
Nuestros pies pisaron los caminos por los que anduvieron indígenas Tahamíes y Aburráes hace 500 años. Nos detuvimos a observar los árboles, a escuchar y a sentir el aire puro. De pronto escuchamos un aleteo y nos pusimos atentos. Entonces lo vimos. Sobre la rama de un árbol tronador (especie nativa) se asomaban dos plumas azules que poco a poco se tornaban verdes y contrastaban con sus ojos rojos. Era un barranquero o soledad. Segundos después llegó otro, se posó en la misma rama y juntos volaron hasta perderse entre el bosque.
Continuamos caminando. Los árboles nos contaron las historias de los abuelos, de esos brazos que soportaron el peso de la silleta sobre sus espaldas, construyeron sus casas en tapia y cultivaron fríjol, papa y maíz. También nos contaron las historias de las abuelas y del amor por sus hijos, de cómo sembraban plantas medicinales, y de la magia que hicieron sus manos transformando las cosechas de los abuelos en platos de comida con sabor a leña.
Regresamos a Medellín con el cuerpo cansado pero recargados de energía y aire puro. Entendí que conocer nuestra historia quizá no nos lleve a cambiar el mundo, pero sí a valorar más lo que somos y a tener una fuerza más para convertirnos en una mejor versión de nosotros mismos.

Dato:
Los Silleteros fueron declarados, por el Ministerio de Cultura, como Patrimonio Inmaterial de la nación. Antiguamente las silletas fueron utilizadas como medio de transporte, no sólo de alimentos sino también de personas. Este territorio ha tenido una vocación agrícola y campesina, algo muy tradicional de las antiguas familias antioqueñas. Santa Elena es uno de los cinco corregimientos de Medellín y queda a 30 minutos de la ciudad. Entre sus caminos se conservan senderos de piedra que los indígenas Tahamíes utilizaron para comerciar sus productos.
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